A principios del siglo XX, era difícil conocer las distancias entre continentes, a no ser que los puertos de salida y de destino estuvieran unidos mediante cables submarinos que permitieran que llegara el telégrafo. Solo en este caso, se podían conocer las diferencias horarias y de longitud entre esos dos puertos. Por esta razón no era fácil levantar mapas. Tampoco era posible coordinar las redes de ferrocarriles sin que existieran todavía los husos horarios.
Las conferencias internacionales y los avances tecnológicos permitieron avanzar y solucionar estas dificultades. Un ejemplo curioso que ilustra esto que decimos, a finales del siglo XX en la Torre del Reloj de Ginebra, había tres relojes, uno con la hora de Ginebra, otro con la hora de Berna (5 minutos de diferencia en más) y otro con la hora de Paris, que era la que regía el ferrocarril (15 minutos en menos).
En el caso del Musel, en 1929 mi abuelo Georges Auroux dirigió (y fotografió) la instalación de una pequeña red de relojes sincronizados, más un receptor de telegrafía sin hilos que recibía la señal exacta de la hora desde la Torre Eiffel. Se trató de la aplicación sobre el terreno de los últimos avances de esta la tecnología al ámbito portuario.
En este artículo se describen los distintos mecanismos que comportaban esta red de sirenas y relojes eléctricos sincronizados.
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Xavier Auroux Poblador
Ingeniero Industrial
PDG IESE
Colaborando de diferentes universidades
Ponente en jornadas de patrimonio portuario y arqueología industrial
Comisión de Innovación y Transferencia Tecnológica del COEIC
* En el próximo artículo explicaremos la aplicación de esta tecnología a los grandes barcos de la época.
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